domingo, 24 de enero de 2021

La importancia de saber pedir ayuda

El ser humano se beneficia del apoyo social que proporciona pertenecer a un grupo, pero no saber pedir ayuda puede perjudicar la salud física y emocional. Te decimos cómo recurrir a los demás cuando es necesario.

Aprende a pedir ayuda


Decía San Agustín “si necesitas una mano, recuerda que yo tengo dos”. Esta bonita frase, que es el principio del altruismo, es olvidada por muchos a la hora de pedir ayuda a otras personas. Incluso en situaciones en las que al otro le “sobran manos”, existen individuos incapaces de solicitar su ayuda. Esta forma de ser priva a la persona de un importante factor de protección para la salud física y emocional. El miedo a lo que el otro piense, o no saber cómo pedir ayuda, explican por qué no lo hace.


El hecho de contar con la colaboración de los que nos rodean es uno de los mayores beneficios de los que el ser humano disfruta al pertenecer a un grupo, y así lo confirman los estudios sobre el valor del apoyo social sobre nuestra salud mental y física. Según diferentes estudios, el correcto apoyo social percibido, bien sea a nivel económico, emocional, afectivo, etcétera, es uno de los principales amortiguadores de las emociones con carga afectiva negativa, como la ansiedad, el enfado o la tristeza, además de contribuir a mejorar nuestro estado de salud en general favoreciendo, por ejemplo, una mayor adherencia a las pautas médicas, o animando a seguir un estilo de vida saludable.

Lo malo es que el apoyo social no siempre viene solo y, a veces, hay que demandarlo. No saber pedir ayuda, expresando nuestras necesidades físicas y emocionales puede ser por lo tanto un obstáculo importante para disfrutar de una buena calidad de vida. Por el contrario, saber pedir ayuda se asocia con la experiencia de emociones positivas como la satisfacción, la sensación de pertenencia a un grupo, o de sentirse querido y cuidado por otro, y la tranquilidad.
 

¿Por qué nos cuesta pedir ayuda?


Existen diferentes razones que explican la dificultad de pedir ayuda, aunque la mayoría de ellas pueden clasificarse en dos grandes grupos o perfiles de personas que no piden ayuda a los demás: aquellos que tienen miedo a la respuesta de los otros y aquellos que, si bien no tienen miedo a las reacciones ajenas ante sus solicitudes, lo cierto es que no saben cómo hacerlo. Lógicamente, también hay casos más graves, en los que concurren ambos factores.
Saber pedir ayuda se asocia con la experiencia de emociones positivas

Respecto a los primeros, los que temen la reacción del otro, suelen ser personas con una elevada ansiedad de evaluación, que se define como el temor a las consecuencias derivadas de su actuación. Y es que aunque a todos debería preocuparnos en cierta medida lo que los otros piensan de nosotros, a las personas con elevados niveles de ansiedad de evaluación les afecta en exceso. Temen, por ejemplo, que al pedir ayuda los otros piensen que son unos aprovechados, que les consideren más vulnerables de lo que son, o a las consecuencias emocionales que podrían tener para ellos un simple “no”.

Generalmente, estas personas se sacrifican haciendo muchos esfuerzos antes de pedir ayuda a los demás, perdiendo recursos y competencias en el camino. Suelen justificar su actuación con un “todo por no molestar”, o “que va a pensar si le pido…”. En otros casos, adoptan su actitud desde un polo extremo en el que se muestran arrogantes, soberbios, creyéndose capaces de poder con todo, no mostrando sus debilidades. Sin embargo, en ambos casos, es frecuente que sus niveles de autoestima sean bajos y les cueste poner límites a los demás.

En este caso, enlazamos con el segundo grupo de causas que conducen a la persona a no pedir ayuda, el hecho de no saber cómo hacerlo. Pedir ayuda o delegar tareas, son dos de las conductas más significativas que definen a la persona asertiva (aquella que muestra su punto de vista o necesidades respetando las del otro). La asertividad, es una habilidad social que se aprende (no nacemos con ella) y es frecuente que las personas que no saben pedir ayuda también sean personas poco asertivas en otros ámbitos.

Y es que pedir ayuda implica saber manejar la comunicación no verbal (por ejemplo gestos, tono de voz, cercanía hacia el otro), además de usar un lenguaje verbal claro, específico. La falta de conocimientos acerca de cómo hacerlo o, simplemente, de a quién pedir ayudar, de qué manera y en qué momento, es uno de los grandes obstáculos a la hora de pedir ayuda a los demás.

Indudablemente, además de todo lo anterior, no debemos perder de vista las experiencias que ha vivido anteriormente la persona que necesita que le hagan un favor, ya que si sus peticiones previas de ayuda no han recibido la respuesta deseada, la han recibido de mala gana, o ha sido criticada por ello, disminuirán las probabilidades de que vuelva a solicitar la colaboración de los demás en circunstancias similares.


Consecuencias de no saber pedir ayuda

No saber pedir ayuda hace que perdamos uno de los mayores amortiguadores de las emociones negativas y factores de protección contra la enfermedad física y mental: el apoyo social percibido. Es por ello que a nivel emocional las personas que no saben pedir ayuda se encuentran más estresadas, cansadas, irritables, frustradas, pesimistas y solas
 
Habitualmente su vida cursa con elevados niveles de ansiedad, muchas veces causados por un diálogo interno negativo de una situación que ellos mismos se provocan; “todo me toca a mí”, “siempre yo”, “no puedo con la vida”, etcétera. Este hecho hace que adopten conductas victimistas, desarrollando un complejo de mártir en unas circunstancias que realmente han sido provocadas por ellos.

Esta situación emocional desagradable, unida a los frecuentes rechazos de la ayuda ofrecida por parte de los otros, hace que sus relaciones sociales se vayan resintiendo, y que con frecuencia los demás se alejen poco a poco de ellos. De esta forma, pierden la dosis de refuerzo social que todo ser humano necesita, aumentando aún más la sintomatología anterior. 
 
Pero no solo la salud emocional se resiente, sino que también lo hace el rendimiento de estas personas quienes, por querer ocuparse de todo ven mermar su competencia académica, laboral y personal (por ejemplo, su implicación en la familia). El refrán “Desnudar a un santo para vestir a otro” se cumple aquí más que nunca.

Finalmente, no podemos dejar de lado las repercusiones que un estado emocional negativo y el aislamiento constante tienen sobre la salud. El estrés que caracteriza a sus vidas se traduce en quejas somáticas como la sensación de cansancio generalizado, problemas para dormir, dolores de cabeza, o molestias de estómago entre otras.


Cómo pedir ayuda a los demás

 
Si eres de esas personas a las que les cuesta pedir favores o que les echen una mano, ya sea en el plano laboral o personal, te damos algunas claves para modificar esta conducta. Lo mejor es que adoptes un estilo propio a la hora de pedir ayuda a los demás, pero para que vayas cogiendo ritmo te ofrecemos algunos pasos a modo de esquema que te facilitarán la tarea:
 
1- Valora si merece la pena pedir ayuda: tan malo es no pedir ayuda nunca, como pedirla para todo. Pide apoyo o un favor cuando realmente la actuación del otro te facilite las cosas, y no solo por comodidad o por no afrontar situaciones difíciles. De lo contrario, te quedarás bloqueado en tu zona de confort.
 
2- Selecciona a la persona más adecuada: tenemos que saber gestionar los recursos humanos de las personas que nos rodean. A lo mejor tu madre es la mejor para prepararte esos tupper para llevar al trabajo, y que tú tienes que hacer por la noche cuando llegas tarde a casa, mientras que tu pareja, sin embargo, puede ayudarte con un problema laboral si entiende del mismo. Es importante pedir a cada persona lo que nos puede dar. De lo contrario, podemos encontrarnos con un “no”, o con menos apoyo de lo que esperábamos, por una tarea mal asignada que no ha sido bien resuelta por la persona cuya colaboración solicitamos.

3- Busca el momento y la situación idónea: selecciona un lugar tranquilo y en el que estéis a solas, para exponer sin interrupciones tus necesidades a quien vayas a pedir que te eche una mano, y a ser posible escoge un momento en el que esa persona no tenga prisa ni quiera hablarte de alguna inquietud propia.

 

4- Presta atención a tu conducta no verbal y a tu lenguaje verbal: usa un lenguaje positivo. Por ejemplo, en lugar de decirle, “tengo un problema para el que necesito tu ayuda”, dile “me gustaría poder contar contigo para que me ayudes a … “. Mira a la cara mientras hablas, mantén un gesto agradable y acompaña tu lenguaje verbal con los gestos adecuados.

5- Expresa tus necesidades con exactitud: deja claro a la persona a la que pidas que te eche una mano qué es lo que esperas o necesitas que haga, y cómo esto repercutirá positivamente en ti y mejorará tu situación.


6- Ofrece algo a cambio: siempre que sea posible, ofrece a quien pidas su ayuda algo a cambio. No hablamos de dinero, un simple “te lo agradecería mucho”, “me haría sentir aliviado”, o algo similar, puede ser un refuerzo social altamente potente que facilite la actitud de ayuda por parte del otro.
Evalúa como te ha ido: analiza la situación para valorar este proceso y ver si merece la pena pedir ayuda a esa persona o a otras en futuras ocasiones. Este paso te ayudará a ajustar tus expectativas y necesidades.

 

7- Evalúa como te ha ido: analiza la situación para valorar este proceso y ver si merece la pena pedir ayuda a esa persona o a otras en futuras ocasiones. Este paso te ayudará a ajustar tus expectativas y necesidades.

 
 
 
 
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