Diez drones atacaron este fin de semana instalaciones vitales para la economía del reino, propiedad de la estatal Aramco, la mayor empresa energética del mundo, lo que paralizó la mitad de la producción del crudo y ha desestabilizado las bolsas al dispararse el precio del petróleo.
El impacto de los incendios que provocaron en la refinería de Abqaiq, la mayor del mundo, y Khurais, obligaron a la empresa a interrumpir la producción de 5,7 millones de barriles diarios, algo más de la mitad de su volumen y equivalente a casi el 5 % del consumo mundial.
Inmediatamente a los hechos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llamó al príncipe heredero saudí, Muhamad bin Salman, para mostrarle su apoyo, y de paso preocuparse por sus intereses, que no son pocos. Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, acusó a Irán de estar detrás de los ataques e Irán rechazó en términos contundentes esta acusación.
Durante más de 4 años la prensa mundial ha hecho silencio cuando los bombardeos saudíes matan a miles de niños y mujeres inocentes, atacan a hospitales, escuelas y ciudades. Un pueblo es masacrado y pocos líderes se pronuncian al respecto. Pero hoy Yemen está en la portada de los principales medios de comunicación.
De momento, las fuerzas yemeníes le dan una cucharada de su propia medicina a los saudíes. Con sus drones han puesto en jaque a Arabia Saudí, el tercer país que más gastos hace en recursos militares, pero que ahora muestra al mundo la vulnerabilidad de sus infraestructuras energéticas.
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