Utilizaré una expresión un tanto dura. ¿Existen los gordos desnutridos? Ya lo creo.
Sé muy bien de lo que hablo porque lo he vivido en primera persona. Y
pondré un ejemplo bien didáctico. El yeso está lleno de calcio, ¿no?
Puedo comer una tonelada de yeso y no conseguir la más mínima aportación
de calcio. Sólo que lo metas en tu cuerpo no significa que acabe en tus
células.
Las causas de la obesidad: diferenciando entre calorías
No todas las “calorías” son iguales. Necesitamos lo esencial o los
nutrientes esenciales aportados y presentes en cada uno de los grupos de
alimentos: proteínas, carbohidratos y grasas. Pero no
vale todo ni de cualquier manera. Si le proporcionamos al cuerpo “comida
basura”, más allá de saciar temporalmente la sensación de hambre con el
inherente “efecto rebote” a las pocas horas, es muy posible que no
obtengamos los nutrientes esenciales (nutriente y alimento no es lo
mismo, claro). De ahí la importancia del tipo de alimento que
consumimos. El alimento fresco, de temporada, sin procesar,
“bio” siempre que sea posible, aportará muchos más nutrientes que el
mismo alimento procesado, conservado, tratado, alterado, quizá recolectado hace meses (o un año en el caso de muchas frutas “maduradas” en cámara).
A menudo quien quiere perder peso piensa que si su problema son las
grasas, no puede comer grasas. ¿No es la acumulación de grasa mi
problema? ¡Cómo voy a ingerir nada que contenga grasa! Con este “no
método” para adelgazar es fácil que se consiga justo lo contrario
(aumentar de peso) porqué los carbohidratos que se consuman los
transformemos en grasa de reserva en vez de quemarlos (por activación de
los programas FAT). Pero eso no sería lo peor. Puede ser que la
alteración resultante en los procesos metabólicos del organismo acabe en
una seria descompensación de algún paso metabólico esencial. A eso me
refería con la expresión de “gordo desnutrido” o mejor “malnutrido”. Esa
“malnutrición”, entre otros efectos, puede derivar en aumento de peso o
en estabilizar el mismo aún cuando reduzcamos significativamente la
ingesta de prácticamente todo lo esencial.
No se trata de no comer tal o cual producto sino de comer el tipo
correcto de grasas, proteínas y carbohidratos. La obesidad y la
nutrición están, lógicamente, muy vinculadas.
Grasas buenas, las grandes olvidadas en nuestra dieta
La forma más visible y dominante del hambre nutricional que sufrimos hoy día es la de los ácidos grasos esenciales.
Los principales son los Omega-3 y Omega-6. Las grasas saturadas estaban
poco presentes en las dietas “antiguas” y la proporción de ácidos
grasos Omega-6 y Omega-3 era de 1:1. Hoy es de 20:1. Mantengo que además
de la evidencia científica del todo acreditada que ese desequilibrio
causa (por ejemplo en relación a los procesos de inflamación), esta
misma “desproporción” causa la activación de los programas FAT.
En mi opinión es casi imposible perder peso sin contar con el aporte diario de ácidos grasos Omega-3 de calidad.
De la misma manera que hay pues unas grasas esenciales que debemos
ingerir a diario y especialmente cuando se trate de perder peso.
Mucho cuidado con los azúcares
Algo parecido ocurre con los azúcares. Hay que cuidar la ingesta de
carbohidratos y ser rigurosos en su elección. Los azúcares esenciales
ayudarán a tu cuerpo a fabricar glicanos y los glicanos ayudarán a tu
sistema inmunitario cuando deba enfrentarse a virus y bacterias, al
igual que favorecerán la comunicación intercelular en particular entre
células nerviosas y del cerebro.
Una dieta rica en frutas y verduras frescas, no tratadas, de
temporada, proporciona todos los azúcares esenciales que necesitas y no
todos proceden de fuentes dulces. Encontramos fucosa en setas y
semillas, xilosa en la cebada y levadura, manosa en el brécol, la col y
semillas enteras
En cambio debemos evitar los carbohidratos que yo llamo “muertos” o vacíos: los cereales elaborados, los azúcares refinados, los almidones…
Deberíamos suprimir el pan, los productos del trigo elaborado y el
azúcar de mesa. Todos ellos activan los programas FAT. En cambio, la
fruta fresca y en particular las fresas, frambuesas, moras y otras bayas
son una fuente de antioxidantes de gran valor. Lo mismo ocurre con su
valor proteico nada desdeñable y además en formas altamente asimilables.
Proteínas, aprendiendo a seleccionarlas correctamente
Efectivamente en la ingesta de proteínas podemos encontrarnos con la
paradoja de que cantidad ingerida y cantidad asimilada son muy
desiguales. Podríamos ingerir cien gramos de proteína y de esos cien
gramos quizá sólo el 15% fuera asimilable.
Lo peor es que los restos de proteínas se convertirían en azúcar, a
su vez fuente de calorías vacías que tu cuerpo acabará almacenando como
grasas. Hay que aportar realmente proteínas fuente de aminoácidos
esenciales y recurrir a los suplementos de aminoácidos (además de
multivitamínicos, multiminerales…) cuando necesitemos compensar la
ausencia de alguno de ellos. Yo recomiendo tomar suplementos
probióticos, de enzimas digestivas, de Omega-3, de vitamina E, de
ciertos aminoácidos.
La importancia fundamental de estar bien hidratados
Finalmente, tengo que enfatizar algo muy importante: debemos beber mucha agua.
No en vano somos agua en un 70%. El 75-80% de la población vive en un
estado de deshidratación crónica y la deshidratación activa los
programas FAT. Con frecuencia confundimos la deshidratación con el
hambre y comemos porqué tenemos sed. La deshidratación también se
manifiesta como un intenso deseo de dulces y refrescos; precisamente lo
que debemos evitar cuando queremos perder peso.
Todos los expertos están
de acuerdo en que hay que beber entre 8 y 10 vasos de agua al día,
alrededor de dos litros. Mi propuesta es beber dos vasos de agua al
levantarnos, otro vaso de agua antes de cada comida y un poco más
durante la comida y desde luego por la noche. Y aún otra recomendación:
bebe agua cuando tengas hambre para comprobar si realmente tienes hambre
o sed.
Hambre emocional
La mayor parte de programas para perder peso no prestan ninguna atención a la conexión mente-cuerpo y ahí es donde fallan. Existen tensiones no físicas que disparan nuestros programas FAT. No considerarlas es un error.
Cada vez que sufrimos una tensión mental o emocional se generan
cambios químicos en nuestro cuerpo, cambios que pueden activar antiguos
programas de supervivencia en nuestro interior. Las situaciones
estresantes, el estrés mental y emocional, juegan un papel primordial en
los resultados cuando queremos perder peso.
Y por eso es del todo razonable que nuestro cerebro esté
interpretando cualquier estrés mental o emocional proveniente de un
sentimiento de carencia como una señal de hambre extrema. En cierto sentido, cualquier carencia es una forma de hambre.
Cuando en el ámbito sentimental o en la vida de pareja, ante una
situación económica crítica, en el temor a perder el trabajo o a no
encontrarlo si se ha perdido, en una situación que consideramos de falta
de atención, en una crisis de objetivos vitales… se siente una
carencia, nuestro cerebro lo traduce al ámbito físico. Desde luego el
tipo más crucial de carencia que nuestro cerebro más primitivo comprende
es el de la carencia física de comida. El cerebro puede interpretar
cualquier forma de carencia mental, emocional e incluso espiritual como
una falta de comida. Estamos hablando de una interpretación y por
consiguiente no depende tanto de la objetividad de la situación como de
la percepción.
De la interpretación a la convicción hay una sucesión que a veces no
podemos o no sabemos controlar. Las convicciones, las creencias fuertes,
pueden activar (y también desactivar) los programas FAT.
Tratándose de perder peso, es posible que hayas intentado y fracasado
unas cuantas veces en el objetivo, hasta el punto de creer que es
imposible. Creer que perder peso es difícil o imposible –da igual porqué
motivo- ya es causa de obesidad mental.
Puedes eliminar las convicciones que causan obesidad mental
reeducando tu mente. Puedes encender y apagar tus convicciones como si
fueran un interruptor para satisfacer tus necesidades. Cuanto más fácil
creas que es perder peso para ti, más fácil será. Puedes utilizar el
poder de la convicción con provecho.
Tienes también el poder de la palabra para reprogramar tu manera de
pensar. Una vez en el modo SMART tienes ejemplos de uso de palabras qe a
mi me han resultado beneficiosos para afrontar tanto la obesidad
emocional como la obesidad mental: Me siento seguro, la vida es segura,
delgado es seguro o perder peso es fácil, soy delgado sin esfuerzo, mi
cuerpo quiere estar delgado…
Visualización, o cómo sintonizar cuerpo y mente
¿En qué idioma hablan nuestro cerebro y nuestro cuerpo? ¡El nuestro, sin ninguna duda! Pero… la verdad es que no “hablan” y sin embargo se comunican.
¿Cómo podemos comunicarnos de una forma más eficiente con nuestro
cuerpo? Pues a través del símbolo y la imagen, que realmente son los
lenguajes universales no idiomáticos. Esta es la razón por la que la
visualización da tan buenos resultados. Creando una imagen visual
interna del aspecto que quieres tener estás “programando” para tener
exactamente esta imagen y no otra. Es la manera más eficiente de hablar a
tu mente inconsciente y a tu cerebro animal para hacerles saber:
Estás interpretando mal los mensajes
Quiero estar delgado
Necesito estar delgado
Desconecta, por favor, los programas FAT
Desde luego la visualización es más efectiva cuando estás en el modo SMART.
Al alcanzar una elevada capacidad de concentración, creamos una imagen
visual mucho más potente y el mensaje enviado al inconsciente es mucho
más claro. En realidad, al transmitir esta imagen visual, lo que estás
haciendo es trabajando la convicción de que vas a lograr aquello que
ahora es una intención, pero no lo dudes: ¡estás fortaleciendo la
intención y éste es un paso crucial!
Es importante que hagas de la visualización un hábito. Cuando lo
hayas conseguido estarás en el camino de transformar tu cuerpo de dentro
a fuera y no en el sentido contrario como casi siempre hiciste en el
pasado.
La visualización se va haciendo más fácil con la práctica y con el
tiempo. Lo que al principio puede exigirte unos minutos acabará
tomándote un par de segundos al cabo de un mes. En mi opinión, justo en
ese momento es cuando habrás adquirido el activo más útil para perder
peso. Habrás adquirido la costumbre automática y sin esfuerzo de
programarte para estar delgado y tu cuerpo seguirá al pie de la letra
tus instrucciones.
Existen técnicas diferentes de visualización que te pueden ayudar en
un principio si realmente te cuesta conseguirlo. La visualización básica
puedes practicarla en cualquier momento, pero alcanzará su máxima
eficacia cuando estás en modo SMART justo antes de irte a dormir o en el
momento en que te despiertes. Recuerda que el modo SMART es el estado
de conciencia en el que puedes implantar los cambios que deseas “se
queden contigo toda la vida”, el modo en que te conviertes en máquina de
superaprendizaje. No creas, sin embargo, que para entrar en el modo
SMART y visualizar necesariamente requieres un lugar especial o una
actividad concreta. Puedes visualizar que tu cuerpo está en perfecta
forma a lo largo del día en cualquier momento siempre que se te ocurra
esta idea. Cuando estás regando las plantas, cuando vas de camino al
trabajo, incluso delante del ordenador haciendo una breve pausa en tu
trabajo.
cuerpomente
martes, 3 de diciembre de 2019
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Obesidad y nutrición: ¿cómo se alimentan las personas obesas?
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