Netflix,
controlada por gigabancos de Wall Street como BlackRock, Vanguard y
Capital Group, lanzó el documental 'El gran hackeo' donde demuele a
Facebook y su colusión con la desaparecida Cambridge Analytica por haber
favorecido el referéndum del Brexit y el advenimiento del trumpismo.
El cofundador y mandamás de Netflix es Wilmot Reed Hastings Jr., de 59 años, quien fue miembro del Consejo de Administración de Facebook y comenta haberse inspirado en YouTube para el cambio de su exitosa estrategia.
En fechas recientes, Hastings, quien abiertamente apoyó a la perdedora Hillary Clinton en la elección presidencial de 2016, fue dado de baja de Facebook, red social que apoyó tanto al Brexit como a Trump.
Ha sido muy interesante la evolución catastral de Facebook que ha pasado de una estrecha relación con el vilipendiado megaespeculador George Soros, quien incluso fue su accionista, hasta la ruptura publica de ambos.
En el reflejo de la política interna de Israel, Mark Zuckerberg, jerarca de Facebook, ha transmutado su lealtad: en un inicio colaboró con el ex primer ministro laborista Shimon Peres, gran aliado de George Soros, y ahora mantiene una íntima relación con Netanyahu, del partido Likud de la extrema derecha supremacista, hoy aliado consentido de Trump y de su yerno talmúdico Jared Kushner.
A mi juicio, la política de Israel y su diáspora manifiesta una palmaria dicotomía entre el grupo globalista y el grupo nacionalista. El primero está representado por la banca Rothschild/George Soros/los Clinton/Obama/Joe Biden/Ehud Barak (ex primer ministro israelí. El segundo conglomerado lo forman Trump/Jared Kushner/Bibi Netanyahu/el casinero Sheldon Adelson/Henry Kissinger y quizá los banqueros Rockefeller.
Zuckerberg no ha sido ajeno a tal fractura entre los dos grupos hoy confrontados.
A mi juicio, la colisión frontal entre Netflix y Facebook no es ajena a esta dicotomía que se expresa nítidamente en el reciente documental explosivo El gran hackeo (The Great Hack) que defiende obscenamente a Hillary Clinton y fustiga al Brexit, al trumpismo y, más que nada, a Facebook.
El personaje maligno de El gran hackeo, como en cualquier vulgar montaje teatral, resulta ser Alexander Nix, quien se consagró al crear un vigoroso negocio electorero para otorgar sus servicios al Partido Republicano en EEUU mediante datos psicológicos y análisis recolectando inmensas cantidades de datos de los votantes con 5.000 puntos de datos de cada estadunidense con el fin de predecir su conducta a la hora de votar. En particular, para indagar a los votantes persuasibles en los estados volátiles (swing states) con la ayuda de mensajes dirigidos usando todas las plataformas imaginables.
Alexander Nix niega haber liquidado a Cambridge Analytica —una excrecencia del Grupo SCL: empresa privada británica de investigación del comportamiento y comunicación estratégica— para evadir sus responsabilidades legales.
Cambridge Analytica tuvo una gran influencia en elecciones en varias partes del mundo: Argentina, India, Italia, Colombia, Malasia, Trinidad y Tobago, Tailandia, Kenia y hasta México, donde no pudo operar por haber quebrado antes de la elección presidencial.
En el documental, Netflix abulta en forma ditirámbica las controvertidas personalidades disímbolas de Carole Cadwalladr, adscrita al rotativo británico The Guardian, conocido por su flagrante connivencia con el globalista George Soros.
Otro personaje relevante, Brittany Kaiser, quien traiciona a sus anteriores empleadores, ahora se ostenta como defensora de los derechos sobre los datos personales y colabora con legisladores en la campaña #OwnYourData.
Kaiser comentó que su método era "personalizar el contenido" con el fin de "catalizar a los individuos" con un "bombardeo en blogs, portales, artículos, vídeos, publicidad" y así "hacerles ver el mundo en la forma que deseábamos" hasta que "votasen por nuestro candidato". ¡La manipulación electoral a lo que da! ¿Qué queda del proceso democrático en la era digital?
Un tercer personaje, David Carroll, es propulsado con calzador para abogar por los derechos sobre los datos personales que deben ser equiparables a los derechos humanos.
Otro personaje maligno, pero luego redimido, es Christopher Wylie, un científico de datos que contribuyó a la creación de Cambridge Analytica, tildada de "máquina de servicios completos de propaganda", y que fue usada como arma por Steve Bannon, el ideólogo de Trump y mandamás de Breitbart News, con el fin de remodelar a la sociedad.
Wylie se volvió un soplón y señaló a Aleksandr Kogan, apodado como el Dr. Espectro, de haber desarrollado una aplicación de recolección de datos de millones de usuarios de Facebook mediante una "prueba de personalidad".
No está en tela de juicio la inalienable defensa y la protección de la intimidad de los usuarios de cualquier tipo de red social, sino los intereses a los que responden hoy Carole Cadwalladr, Brittany Kaiser, Christopher Wylie y David Carroll y que llevan agua al molino del grupo aludido de Banca Rothschild/George Soros/Ehud Barak/los Clinton/Obama/Joe Biden.
Al final del documental El gran hackeo, Netflix sintetiza que "el director de la campaña digital de 2016 de Trump dijo que publicó 5.900.000 anuncios en Facebook, en contraste con los 66.000 de Hillary Clinton. Ahora es el jefe de la campaña de Trump 2020".
Después de haber sido parte bursátil de Facebook, ahora resulta que la vilipendiada fundación Open Society, que controla George Soros, arremete contra Facebook como "amenaza a la democracia", curiosamente publicitado por The Guardian.
A mi juicio, el choque frontal entre Facebook y George Soros exhibe la ruptura en el sanedrín propagandístico global de los hijos de Israel.
El 77,82% de la propiedad institucional de Netflix se encuentra en manos de inversores que conforman cinco gigabancos de Wall Street: Vanguard Group Inc.; Capital Research Global Investors; BlackRock Inc.; FMR LLC (Fidelity), y el State Street Corp.
Es sabido que tales gigabancos de Wall Street y sus ocho familias que gobiernan al mundo, curiosamente, están implicados en la privatización global del agua.
Como si lo anterior fuera poco, solo los gigabancos Black Rock, Vanguard, State Street controlan la mitad de Wall Street.
El fluctuante valor de la capitalización de mercado de Netflix oscila en 164.000 millones de dólares, una cantidad minúscula en comparación a su impactante influencia global, donde opera en todos lados con excepción de China, Siria, Norcorea y Crimea.
A finales de 2014, Netflix tenía un valor de 19.000 millones de dólares y alcanzó el año pasado un máximo descomunal de 180.000 millones de dólares.
En forma espectacular sus ingresos alcanzaron casi 16.000 millones de dólares en 2018 y el valor de sus activos es de casi 26.000 millones de dólares.
En un solo año, del 2017 al 2018, sus ingresos anuales se incrementaron 116%, lo cual refleja la intoxicación global de sus usuarios.
Su capitalización del mercado —su integral cotización bursátil— alcanzó 180.000 millones de dólares que le coloca en el sitial 197 de las principales 500 empresas de EEUU, según el ranking de Fortune.
Ya en 2016, el ministro ruso de Cultura, Vladímir Medinsky, aseveró que Netflix forma parte de una gran conspiración del Gobierno de EEUU y de la CIA, así como del esquema dominante de Hollywood, para influir en la cultura mundial: "Entrar en cada hogar, capturar cada televisión, penetrar en la cabeza de cada persona en el planeta".
Lo más cruel de todo es que los usuarios de Netflix y las redes sociales solemos en forma ingenua contribuir a su expansión, a grado tal que hasta pagamos para que nos intoxiquen. por Alfredo Jalife-Rahme
Sputniknews
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